El calor del verano aturde. La ropa pegada sobre su cuerpo es como una humedad asquerosa y caliente y el pelo un rodete gomoso e ingobernable, que se arma y de desarma a cada rato.
En el mismísimo instante en que el chino le vende una cerveza, una parva de mosquitos la rodea hasta el punto de escuchar los zumbidos retumbándole en la cabeza.