La calle Florida
He hablado tanto de las calles canallas, con sus mansardas asomadas al sol y sus tiestos de geranios que riega casi siempre una muchachita vestida de percal, que hoy, día decorado de nubes, con un crepúsculo que antorchan letreros luminosos, maravilla de lo pálido verde, de lo pálido azul y amarillo, siento necesidad de hablar de la calle Florida.
De la calle Florida y de sus petimetres; de la calle donde siempre hay «un día convalesciente» de claridad, con sus vidrieras que retuercen de deseos el alma de las mujeres, y con sus mujeres que se llevan los ojos de los hombres que pasan en busca del amor inesperado.
Multitud de gente bien vestida. Los desdichados evitan esta calle; los miserables que albergan un proyecto, la eluden; los soñadores que llevan un mundo adentro, la esquivan; todos aquellos que necesitan de la calle para desparramar su angustia o para recogerla en un ovillo nervioso, no entran en esta, que es el escaparate vivo del lujo, de las mujeres que cuestan mucho dinero y de la vida que pasa vertiginosamente.
Roberto Arlt, Aguafuertes porteñas 1929
Foto: Anabela Abram